Dramas de mi adolescencia.

16 de agosto de 2013

La carta de un pez

No sé cuál es la reacción de las personas al sentir que aquellas que mas aman están al borde de irse. Irse para no volver. Poder ver mi rostro al escuchar que mi madre tiene tres tumores, o pensar que es la única persona en el mundo que me queda, ya que mi padre tuvo un viaje solo de ida también. Sé que esto es muy triste pero vos sos el único que me escucha, asique pienso escribirte para intentar componerme. Yo antes no era un pez. Más bien, me sentía un flamenco que le costaba volar en medio de muchos que si podían, hasta que pude asimilarme con mis hermanos y ser una más. Qué raro; recuerdo ver aquellos diminutos vertebrados sin destino alguno pasar al lado de mis alargadas patas, sin poder ver más allá del agua, hasta que decidí cambiar mi cuerpo por algo a lo que finalmente me asimilaba mas. Hacía tiempo que el rostro no me ardía tanto, que mis ojos no estaban tan mojados, como los de un pequeño pez! 
Que irónico no? Apenas puedo mirarla a los ojos y pensar en su estado; ver hoy su fuerza para sonreír. “Perdón mama, soy tan débil” dije, al llorar desesperadamente e irme de donde estaba. Creo que hacía tiempo que no quería hacerme tanto daño, quería verme sufrir, morir con ella, escapar. Mi vida se iría con ella, ya no hablaría mas. Me pregunto porque dije hoy que me encontraba tan bien, supongo que uno nunca sabe lo que le depara el destino en cuestión hasta de segundos. Hoy o nunca, cada día es un golpe más fuerte, como si me sacaran el aire; dejándome morir. Me ahogo cada vez más, nada  me deja respirar. Mis palabras son simples, pero concretas. Pocos saben todo esto, y tan pronto sepa algo mas te mantendre al tanto. Te pido perdón si no siempre te escribo, últimamente estoy aislándome de los demás, he dejado de volar. Ya no podia más, me tuve que volver pez.